De la Universidad-Fábrica-Partido, “enfermos” y el “cártel de los jubilados”

El 23 de septiembre de 1965 en el poblado serrano de Madera, Chihuahua, inspirados en la Revolución Cubana (que terminó en DICTADURA), una docena de campesinos, estudiantes, maestros y líderes agrarios, atacaron el cuartel del Ejército Mexicano en Madera, Chihuahua.

Los relatores de la izquierda mocha describen al grupo de personas agresoras como “luchadores sociales”. Las crónicas oficiales los señalan de delincuentes y los motejan de “guerrilleros”. El asalto al Cuartel Madera fracasó: el saldo de la asonada fue de 6 soldados muertos, 10 heridos, y 8 civiles muertos.

8 años después, en 1973, nació el grupo guerrillero Liga Comunista 23 de Septiembre que, con los que quedaron vivos, devino en activistas sociales o políticos, quienes dieron vida o se se cobijaron en el PCM y el PSUM (Hoy PRD), o en el PRI o el, PAN y actualmente en Morena y otros partidos; otros viven en el retiro, enfrentando enfermedades propias de la vejez. Otros ya murieron, y otros más, cuando menos en Sinaloa, engrosan el “cártel de los jubilados”. La 23 de Septiembre mutó en algunos estados en grupos de asaltabancos, secuestradores, extorsionadores, robacarros, etc.

Los grupos que dieron origen a la Liga fueron: Frente Estudiantil Revolucionario (FER); Movimiento de Acción Revolucionaria; El Movimiento Estudiantil Profesional (MEP); Grupo 23 de Septiembre; Comando Lacandones; Los Macías; Los Guajiros; Los Enfermos de Sinaloa y Los Procesos.

Los jóvenes “orientados” por adultos fueron llevados a las armas. La mejor “carne de cañón” de la “lucha” fueron estudiantes de varias universidades del país, una de ellas, la Universidad Autónoma de Sinaloa.

En ese escenario, la UAS se impregnó de violencia. Dentro de las aulas se instruía sobre las tesis marxistas-leninistas y se alimentaba el “espíritu revolucionario” de la muchachada. La Universidad se involucró en una dinámica irracional, con el matiz de la lucha social de la época.

La comunidad universitaria fue orientada, no tanto hacia la academia, sino a solidarizarse con los sectores más desfavorecidos de Sinaloa, abandonando las aulas para meterse de lleno a la “lucha” revolucionaria. La “academia” pregonaba la diferencia entre pobres y ricos; los alumnos no pocas veces fueron lanzados a cometer actos de “expropiación”: asaltos, robos o  a ejecutar secuestros, incendiar camiones o tomar oficinas privadas y gubernamentales.

Los padres mandaban estudiar a sus hijos y en ocasiones recibían la noticia de que habían muerto en la “lucha revolucionaria”, en enfrentamientos con las autoridades judiciales o militares; en vez de profesionistas la Universidad, en no pocas ocasiones, regresaba cadáveres a los hogares o en el menor o “mejor” de los casos portaba el mensaje de que sus hijos no estaban en las aulas sino encarcelados o andaban huyendo.

Nadie en su sano juicio quiere que esa época regrese a la Universidad Autónoma de Sinaloa

De la ultra-izquierda…

En Sinaloa, el grupo que más notoriedad tuvo fue el de Los Enfermos.  Orientados por maestros, la colectividad de estudiantes radicalizados, hijos de obreros y campesinos, en sus orígenes participó en el derrocamiento del rector impuesto por gobierno del estado, Gonzalo Armienta Calderón en 1972.

Bajo la batuta de maestros interesados en tener en un puño el control de la UAS, poco tiempo después de la caída de Armienta Calderón, se logró hegemonizar la extinta Federación de Estudiantes Universitarios de Sinaloa (la FEUS de la UAS), que, amalgamado a otros fenómenos, dio pauta al nacimiento de la Universidad-Fábrica y al parto de la “universidad militante”.

Guiados por maestros, la Federación de Estudiantes Universitarios Sinaloenses de la UAS enarboló la tesis de la Universidad Fábrica ganándose el apodo de “Enfermos”, haciendo alusión al texto de Lenin “El izquierdismo: enfermedad infantil del comunismo”. En dicho escrito se critican las posiciones políticas radicales de estudiantes rusos, los cuales defendían la acción directa como la única estrategia política posible para iniciar el cambio revolucionario de la sociedad.

Pasa el tiempo. Y los estudiantes egresan de las aulas (obviamente que no todos). Ya en la madurez algunos se quedan en la UAS a impartir cátedras, acogiéndose a la coyuntura de participación pacífica convirtiéndose en los primeros militantes, activistas y candidatos del Partido Comunista Mexicano, PSUM, PST, PFCRN, hasta llegar al PRD.

Era los tiempos de la Universidad-Partido, del dominio de la izquierda en la UAS. La institución fue semillero de candidatos a alcaldes, diputados locales y federales, senadores y gobernadores. La Universidad-Militante movilizaba toda la estructura humana, acarreando alumnos en los procesos electorales. La consiga era votar y promover el sufragio a favor de los “candidatos de lucha”, de los abanderados de la «izquierda».

Aún hay generaciones adultas, incluso de la tercera edad, de aquella época, que conviven con las nuevas proles de académicos y administrativos en la UAS. Con novedosa información de su entorno socio-económico y político, con el avance de la ciencia y la tecnología, la irrupción de las competencias internacionales en la áreas del conocimientos, casi todos los universitarios que abrazaron las tesis de la Universidad-Fábrica, que pasaron por la Universidad-Militante, despertaron a la realidad, y muchos, casi la mayoría, han tomado diferentes carriles.

Unos se fueron a trabajar a los gobiernos estatal, federal y municipal; otros crearon sus propios negocios, unos más se convirtieron en investigadores o historiadores, en excelentes o malos académicos, otros participan en el PRI, PAN, PRD o Morena y otros pretenden regresar al pasado a la Universidad desde una trinchera minúscula conocida como el “Cártel de los jubilados”, universitarios no activos que sueñan con el retorno de la anarquía y la violencia en la institución educativa.  

Otros, amalgamados con universitarios nuevos, con una nueva concepción de la participación social y política, amalgamados, en lo externo, con amplios segmentos de la sociedad sinaloense, se sumaron a una corriente, el cuenismo, integrada por profesionistas que decidieron transformar la Universidad Autónoma de Sinaloa y colocarla entre las mejores calificadas del país en materia académica y administrativa, sacándola del túnel de las inercias y las confrontaciones. Lo han logrado.

El 14 de agosto de 2012, Héctor Melesio Cuén Ojeda, líder del cuenismo, acompañado de todas las corrientes universitarias dispuestos a enterrar el pasado de violencia, simulación y desorden, a sepultar la amenaza, el chantaje y la coerción en la Universitaria, mediante un amplio y profundo pacto con la sociedad civil, con las fuerzas vivas del estado, con ciudadanos de todos los estratos sociales, funda el Partido Sinaloense.

El PAS, alcanzó, en poco tiempo, el rango de partido del pueblo, de la sociedad sinaloense, pues creó un canal de participación democrático para competir en buena lid por los puestos de representación social-electoral; si bien en el Partido Sinaloense participan universitarios, la fuerza de este nuevo partido se localiza en el pueblo, en la aceptación de la comunidad, que la considera una opción distinta a los partidos tradicionales.   

A contrapartida, el dinamismo del cuenismo desató la furia de quienes se quedaron pegados al pasado. Desde las entrañas del “Cártel de los jubilados”, no más de 38 ex universitarios atacan esquizofrénicamente, intentando hundir a la UAS y diezmar el avance externo, social, del PAS, censurando con métodos caducos e invenciones el proyecto político que ha tenido una amplia aceptación en el pueblo.

Desde el “Cártel de los jubilados”, con un apoyo mediático inusitado, con financiamiento de figuras políticas que nada tienen que ver con la nueva Universidad, la universidad del conocimiento, del saber, de la ciencia, la tecnología, la cultura, las artes y el deporte, desatan campañas tras campañas de linchamientos tratando de regresar a la UAS a la época del pasado. La idea de “los viejitos” es tomarla por asalto.

Fuera de la conseja de Renato Leduc –“sabia virtud de conocer el tiempo”-, ese grupúsculo condena a la hoguera a Héctor Melesio Cuén Ojeda por el “grave” delito de haber rescatado la Universidad y no permitir el saqueo de sus finanzas; culpan y penalizan también al ex rector Víctor Antonio Corrales Burgueño y al actual rector Juan Eulogio Guerra por mantener el crecimiento sostenido del alma mater.

Los acusan, incluso, de todo: por las bajas o altas temperaturas, porque llueve o no llueve…

Hace poco más de una semana 20 diputados del Congreso del Estado de Sinaloa dijeron “no” al matrimonio igualitario, votando por la familia en el marco del respeto a los derechos de la igualdad de género, pero, en su obsesión de atacar por atacar, sólo la diputada del PAS, Angélica Díaz de Cuén, fue colocada en el estrado del linchamiento público.

Pero nada les funciona. Ya no hay reversa. La sociedad sinaloense se opone al retorno de los tiempos en que los padres mandaban a estudiar a sus hijos a la Universidad y les regresaban, en vez de profesionistas, “cadáveres revolucionarios”. Nadie en su sano juicio quiere una Universidad sumida en la esquizofrenia y el adoctrinamiento de la “izquierda” para usar a los alumnos en “aventuras” internas y externas, para hacer política a la antigüita y generar desestabilización.

La sociedad, los padres de familia, quieren a sus hijos en las aulas, recibiendo conocimientos…