Reforma Judicial es una ‘farsa e insulta la democracia’ en Mexico y en LATAM: Roberto Gargarella

Roberto Gargarella, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires, expresó su preocupación por la reforma judicial en México, calificándola como una “farsa”, argumentando que socava los principios tanto del derecho mexicano como del internacional.

Durante la emisión de Aristegui en Vivo de este 11 de octubre, el académico subrayó que no se trata de una opinión personal aislada, sino de un consenso entre la comunidad académica internacional.

“En la academia internacional, que está siguiendo este proceso con enorme atención, hay una enorme preocupación por lo que está ocurriendo en México”, afirmó, haciendo hincapié en la unanimidad de las críticas. “Es muy preocupante y -diría yo- escandaloso”.

Gargarella aseguró que la reforma es contraria tanto a los principios del derecho mexicano, como a los del derecho internacional y señaló que la justificación proporcionada por el gobierno mexicano para implementar esta reforma no guarda relación con las acciones que realmente se están tomando.

Para cualquier persona preocupada por la democracia, esta es una pésima manera de manejar la situación.

A pesar de que podría haber consenso sobre la necesidad de mejorar el sistema judicial, el catedrático aseguró que “nada de eso se soluciona echando a todos los jueces que existen hoy u obligando a una elección popular de los jueces”. Para él, este tipo de medidas son injustificables pues colocan al poder judicial bajo el control directo de las fuerzas políticas.

“La reforma está motivada por razones que no son las que nos ofrecen”

También criticó la creación de un comité de selección de jueces, argumentando que estaría controlado por el partido en el poder permitiendo que solo candidatos alineados con el gobierno de turno sean elegidos.

Uno de los aspectos más alarmantes, según Gargarella, es la introducción de un tribunal de disciplina con amplios poderes para sancionar y destituir a jueces.

“Es una excusa extraordinaria para el poder de turno para amenazar y tener bajo su control a cualquier juez“, señaló, resaltando que el temor a ser destituido limitaría la capacidad de los jueces de actuar con independencia y objetividad.

¿Qué persona sensata va a animarse a tomar una decisión que pudiese llegar a molestar al poder si este lo puede sancionar?

Por ello, Gargarella opinó que la reforma judicial es ‘una farsa”, porque considera que ninguna de las razones que el poder aleja tener para esta reforma, justifique hacer cualquiera de los cambios que se proponen.

“Vivimos en un momento que las ciencias sociales llaman de erosión democrática“, afirmó Gargarella, refiriéndose a la forma en que los gobiernos están socavando la democracia desde dentro. Este fenómeno, explicó, no es exclusivo de México, sino que también está ocurrido en otros países de América Latina, como Argentina y Colombia.

Gargarella comparó la situación en México con el intento de reforma constitucional en Colombia durante el gobierno de Álvaro Uribe, donde la Corte Constitucional colombiana declaró inconstitucional una reforma que permitiría la reelección de Uribe. En ese caso, la Corte actuó como un “custodio de las reglas del juego”, protegiendo la democracia. Según Gargarella, la Corte Suprema de México tiene una oportunidad similar para evitar que esta reforma avance, ya que considera que “el caso de México es mucho más grave, mucho más escandaloso, mucho más inconstitucional y anti-convencional que el de Colombia”.

Hay reformas constitucionales que son inconstitucionales.

El catedrático insistió en que cualquier reforma que afecte las reglas básicas de la democracia debe ser tratada con extrema cautela y sujeta a un estricto escrutinio judicial. “Cada intento que el poder de turno quiera modificar la esencia de las reglas de juego a su favor,  tienen que ser miradas con una presunción de inconstitucionalidad sujetas al escrutinio judicial más estricto“, declaró.

“En el caso de México, la reforma claramente no es imprescindible, no puede realizarse en estos modos, ha violado las reglas procedimentales requeridas y los medios escogidos para echar adelante esa reforma no tienen nada que ver con nuestro objetivo declarados.”

El profesor Gargarella lamentó decir que “da vergüenza ajena” la crudeza como el partido en turno ha llevado adelante este proceso.

Alego que, aunque se presentan como medidas contra la corrupción y los privilegios, en realidad podrían empeorar la situación y fortalecer a actores con intereses oscuros, como el narcotráfico.

Los sectores de los peores intereses, incluyendo narcotráfico, están muy contentos con reformas de este tipo.

Según su perspectiva, esta reforma permitiría a estos actores ganar control sobre los jueces electos, lo cual es inconcebible en un sistema que se diga democrático.

Además, enfatizó que estas medidas son “insultantes en términos democráticos”, especialmente para quienes, como él, han trabajado durante décadas para reforzar los vínculos entre justicia y democracia en América Latina.

El peligro radica, según su opinión, en que estas reformas alejan el poder ciudadano de los jueces. Explicó que si un ciudadano no puede impugnar, desafiar o controlar al juez durante su mandato, entonces no hay verdadera democracia: “Democracia no es elegir un día y luego perder el poder, sino ganar control y poder de decisión todos los días”.

“Si las herramientas institucionales que me quedan una vez que esta persona es electo (el juez), es ninguna, entonces -yo diría- esto es una farsa. Es una tomadura de pelo y no tiene nada que ver con la democracia“.

Asimismo, expresó su preocupación por la posibilidad de que las reformas judiciales impulsadas en México puedan replicarse en otros países de América Latina.

Mencionó una entrevista reciente en Colombia donde el presidente Gustavo Petro expresó su interés en implemetar estas reformas en su país.

Gargarella comparó a un juez con un árbitro de fútbol, aclarando que el rol del juez no es intervenir en las decisiones políticas, sino asegurar que el juego se juegue bajo reglas claras. “El buen juez es como el árbitro en un partido de fútbol. No es el que dice si el equipo merecía ganar o no, sino el que cuida las reglas del juego”, explica. En este sentido, advierte que el riesgo mayor es que el poder político manipule las reglas del juego en su propio beneficio, sin rendir cuentas ante los ciudadanos.

El académico destacó que las democracias no se limitan a la celebración de elecciones o a la mera aplicación de la regla mayoritaria. Explicó que vivimos en “democracias constitucionales”, donde el poder está sujeto a limitaciones impuestas por la Constitución y los derechos fundamentales de las personas. Según Gargarella, este modelo va más allá de la voluntad de las mayorías, protegiendo también los derechos de las minorías y asegurando que todas las decisiones políticas respeten principios de justicia, legalidad y respeto a los derechos humanos.

Espero que el poder político actual en México reaccione, ponga un freno a lo que está haciendo y que los poderes de control dejen en claro que este tipo de reformas no son aceptables ni para los estándares mexicanos, ni para los estándares internacionales”, concluyó.

Lamentó que México, un país que había sido ejemplar en América Latina por sus reformas institucionales, esté cayendo en viejas prácticas autoritarias y consideró especialmente triste que estas reformas provengan de un partido que había prometido hacer las cosas de manera diferente.

“Es una enorme pena ver esta carencia, sobre todo viniendo desde un partido que uno pensaba que podía hacer otra cosa”, concluyó.