No es lo que digan algunos periodistas, es la crisis de inseguridad que no miente

Felipe Guerrero Bojórquez

¿Que le pasó hoy al gobernador Rubén Rocha Moya? Nervioso, desencajado, desesperado, balbuceante, aceptó en la conferencia semanera que se sentía desprotegido y que por eso se desplazaba con un fuerte equipo de seguridad.

Pero no solo eso, inconcebible en alguien que está obligado a enviar señales de fortaleza a sus gobernados, apeló a la victimización y culpó a los periodistas Susana Uresti y Luis Chaparro si algo le ocurría «porque ellos están alentando a una facción en mi contra», reiteró. ¿Qué facción? ¿La de los Mayitos? El blindaje en la seguridad del gobernador ya tiene semanas.

De inmediato, en su cuenta de X el periodista Luis Chaparro respondió: «Seamos claros: lo que le pase es solo una consecuencia de sus decisiones pasadas de tener vínculos con criminales. Soy un periodista independiente que busca la verdad». Luego en un segundo X agrega: «Por cierto: también puedo culparlo a él (a Rocha) y a sus cómplices criminales por lo que me pueda pasar».

Pero más allá de que el gobernador Rocha viajó o no a Estados Unidos o de si tuvo que ver o no con la reunión donde la FGR asegura que mataron a Héctor Melesio Cuén y entregaron a El Mayo Zambada, la severa crisis de inseguridad existe y la guerra entre la chapiza y la mayiza no la inventó Azucena Uresti ni Luis Chaparro. La fractura entre las facciones se da porque los mayos consideran que traicionaron a su padre al entregarlo a los Estados Unidos. ¿Quién o quiénes? Ese es el asunto.

¿Qué le pasó entonces al gobernador hoy por la mañana? ¿Reventó por la presión natural de una crisis de inseguridad que no se le ve luz al final del tunel? Porque el problema no es sólo lo que dices, sino como lo dices y en qué momento lo dices.

Ese es el tamaño de la crisis sin fin que enfrenta Rocha, quien hoy en su desespero se declaró también víctima de la guerra. Por eso, independientemente si participó o no en lo que le imputan, el crecimiento y la intensificación del conflicto se volvió incontrolable y la preocupación del gobierno federal ya está en la tesitura de preocuparse más por los daños de la crisis en Sinaloa, que lo que le puedan decir los gabachos.

En ese contexto la pregunta es: ¿a éstas alturas se ha convertido el gobernador Rocha en un obstáculo o no para la solución del conflicto? Ya entrados en la especulación, para algunos medios y analistas nacionales, lo que ocurrió hoy en la conferencia semanera, con la actitud desesperada del gobernador, pudo haberse acelerado, en la nomenclatura del más alto nivel, la idea de plantearle su retiro, aunque para el mandatario estatal esto último «son deseos pagados». Sin embargo la pregunta sigue siendo: ¿Y hasta cuando hay que aguantar?