Sinaloa ¡Sálvese quien pueda!

Felipe Guerrero Bojórquez

La narco guerra en Sinaloa ya tiene dos semanas y, a pesar de todo y hasta el último momento, el gobierno federal y estatal han tratado de minimizarla. Para Andrés Manuel López Obrador «no es cosa mayor», para el gobernador Rubén Rocha son enfrentamientos «focalizados» y para el Ejército Mexicano la conclusión del conflicto no depende de la responsabilidad constitucional de la autoridad, sino de los bandos en conflicto. ¡Terrible!.

El desacuerdo entres estas dos facciones de un mismo cartel exhibe, desnuda al gobierno de frente a sus ligas históricas con el narcotráfico y de frente a una población que se siente al garete, abandonada por quienes deberían tener y demostrar la responsabilidad de defenderla.

Han sido días aciagos. En el caso de Culiacán el encierro es casi permanente y el miedo se traduce en la espera angustiante de que en cualquier momento se desaten las balaceras y las persecuciones aquí, allá y acuyá. Hace cinco días advertimos sobre la escasez de alimentos en las zonas urbanas por el evidente desabasto debido a la paralización de los vehículos repartidores.

Hoy la hambruna amenaza a pueblos enteros, sobre todo los ubicados al sur de Sinaloa. Son comunidades desde luego sin vigilancia, a la buena de Dios, tratando de huir por entre brechas y veredas ante la toma de carreteras de los grupos armados que se disputan palmo a palmo el territorio. Y en medio de todo esto la leva, la incorporación forzada de jóvenes a las filas armadas de un bando para combatir contra el otro. Hay muchos desaparecidos. También hay muchos desplazados por la violencia.

De las zonas serranas de Rosario, Concordia, San Ignacio, Elota y Cosalá, han huido familias completas buscando refugio en Mazatlán. Algunos con sus familiares; los más pudientes rentando casa o departamento y otros, los más desposeídos, buscando el apoyo de las autoridades con alojamiento y provisiones.

Pero no pasa nada nos dicen las autoridades, que han querido obligar con esa su realidad, a que los maestros trabajen, los alumnos asistan a la escuela y los padres los lleven. Tan es así, que la propia titular de la Secretaría de Educación Pública, Catalina Esparza, mediante un video, mostró su intolerancia al supervisar personalmente a algunas escuelas donde constató la ausencia de alumnos, directivos y maestros. Entonces no aguantó y deslizó amenazas a partir de reclamar la ausencia y de argumentar que no pasaba nada y que todo estaba en paz y tranquilo. Es decir, que no se justificaba ausencia alguna. Claro, argumentó que el video lo habían sacado de contexto. Está de moda tratar de contradecir lo evidente. Solo le faltó decir que había sido montaje. Lo qué es tratar de quedar bien con el gobernador, quien más tarde tuvo que contradecirla. Batearla, pues.

Pero la narco guerra sigue y la esperanza de que el gobierno la pare se hizo añicos en la voz de un general de alto rango, al que traicionó el sub consiente. De nosotros no depende que esto pare, ellos, los grupos del crimen organizado, son los que tomarán esa decisión. Palabras más palabras menos. El Estado fallido reconocido y legitimado por las propias fuerzas armadas. ¡Sálvese quien pueda!